La cultura de la cancelación

En este tiempo de ideas polarizadas, de poco sentido del diálogo y escuchar al otro nos encontramos con diversos fenómenos; funas, fake news y postverdad entre otros. Dentro de estos, también nos encontramos con La cultura de la cancelación, la cual consiste en que un personaje público dice algo inconveniente u ofensivo, y rápidamente desencadena una reacción que busca la «cancelación» de su persona, esto es una serie de boicots a su labor profesional, o a la plataforma que le sirve de altavoz a sus reflexiones, a sus empleadores, etc. En definitiva, supone el fin de su reputación. En ese mismo sentido, el portal web del diccionario Merriam-Webster se encargó de explicar el concepto general de la “cancelación”. “Cancelar a alguien (usualmente, una celebridad u otra figura reconocida) significa dejar de respaldar a esa persona. El acto de cancelar podría implicar boicotear las películas de un actor o dejar de leer o promover las obras de un escritor (…) Usualmente se debe a que la persona ha expresado una opinión objetable o ha actuado de una forma que resulta inaceptable”, explicaba Merriam-Webster.

Esta cultura de cancelación generalmente es realizada en las redes sociales en forma de vergüenza grupal». Los efectos de acallar ideas incómodas o intentar desterrarlas de la discusión pública han sido abordados por estudiosos como Hugh Breakey, investigador del Instituto de Ética de la Universidad Griffith, en Australia. El académico publicó una columna en The Conversation donde escribe que la deliberación pública es una fuente de legitimidad: “El hecho de que distintas visiones sean escuchadas ampliamente y consideradas de manera inclusiva provee una razón para que se acepten las decisiones colectivas”, escribe. “La democracia en sí asume que los ciudadanos pueden escuchar distintos argumentos, evidencias y perspectivas. Si partes significativas del espectro político ya no son toleradas, entonces las instituciones sociales pierden parte importante de su legitimidad”, agrega.

“Todos tienen límites en cuanto a lo que aceptan como una posición tolerable, las visiones que vale la pena interrogar y debatir y aquellas que están más allá de cualquier límite. Pero existen riesgos significativos cuando se llega al punto de silenciar las ideas y la expresión de gente que piensa diferente”, dice Breakey a Tendencias. Estudios hechos en ambientes universitarios muestran no sólo que quien “emitió la opinión puede ser tratado de manera injusta o recibir un castigo que no se condice con el crimen que supuestamente cometió”. Las personas que silencian pueden también privarse a sí mismas de la oportunidad de mejorar la solidez de sus propios argumentos, al interactuar y procesar los razonamientos de quienes piensan distinto.

Además, otros reportes muestran que enfurecerse constantemente debido a puntos de vista opuestos facilita su descarte y la reafirmación del llamado “pensamiento de grupo”, donde cualquier disensión es inaceptable. Breakey menciona que avergonzar a otras personas también puede generar lo que se llama un “boomerang persuasivo”: cuando las personas sienten que otros individuos intentan controlarlas, algunas se apegan aún más a esa idea, atrincherándose en su posición y resistiéndose a cualquier cambio. “Sólo porque una persona ve que su trabajo está amenazado, no significa que su posición se va a alterar. La creencia en sí no es cancelada. No ha sido rebatida a través de evidencias o argumentos. En lugar de ser expresada con orgullo, quizás ahora es susurrada calladamente, analizada en soledad o implementada en el anonimato del sufragio. En todos esos lugares, seguirá teniendo un efecto”, agrega Breakey.

¿”la cultura de la cancelación” es activismo? Quizás Barack Obama dio una definición precisa sobre esto en 2019. Entonces aseguró que si no se sobrepasa la crítica o denuncia en redes, no se producirá ningún cambio real: “A veces tengo una sensación entre ciertos jóvenes, y esto se acelera en las redes sociales, existe esta sensación de que la manera en que se hace un cambio es al juzgar lo que más se pueda en otras personas”.

Cristóbal Cifuentes, abogado.